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Bbltk-m.a.o. R-036 Nº271 - Mampato - Vicufo2

Jan 30, 2016

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Hugo Hugo

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ry::::::'': w.mtr'

AñoVll -Sant¡ago deChite, 2 de abrit de 1975 No 271

FUruROLOGIA

COMO HACER

tsIOSFERA CHILENA 2SUMARIO 3COMO HACERUN RINCON DE ESTUDIO 4HISTORIETA UMPA PA 9HISTORIETALA BATALU DE ivlAlPU 13CURIOSIDADES 17FUTUROLOGIAEL Afr{IGO DE LOS DISCOS VOLADORES 18HISTOHIETA MAMPATOREPORTAJE CENTRALEL RIO NAPOHISTORIETA .'LOS DRAGONES DE FUEGO''CU ENTOEL YESO OPORTUNOEL RINCON DE RENAJU EGOS 41AJEDREZHISTORIETA TOLAK

uLOS GIGANTES EXISTENNUESTRA PAGINADOCUMENTOSEUROPA: TRAJES MEDIEVALES 55LOS MEJORES AUTOMOVILES 56

Director: Vittorio di Girolamo. Subdirector: MiguelArteche. Jefe de Redacción: Cecilia Eyzaguirre E.Directora de Diagramacíón: Paulina Migliassi deBaeza. Representante Legal: Sergio Araos Bruna.Domicilio: Triana 849. Teléfono: 231STS. propieta-rio: Editorial Lord Cochrane S.A. Derechos Fieser-vados @ Mampato. Secretaria: Patricia Labarcade Hurtádo.Las revistas vendidas en las provincias de Tarapa-cá, Antofagasta, Aisén y Magallanes están afeciasa recargo de flete.

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/' ¡ FUTURoLoctA

I

I'

II

a-;:i::

POR JONAS

EIL AN4\ItffiÜIDIE ILOSIDltSCO§VOILAIDOIK S

ILUSTRACIONES: J. PEREZ CASTILLO

CAPITULO VI

-¿Qué vamos a hacer esta noche?

-Lo voy a llevar a un lugar gue nadie conoce'

-¿A otro mundo? -l luminado po' e' bia^cofulgor, Alejandro abrió los ojos,

-No, todavía no. Es un lugar de la Tierra. muy

escondido. Es como ir a obo rrundo.

-¿Puedo hacerle unas Preguntast

-Pregunte.Un gran silencio rodeaba al este'o' Pero desde la

montaña llegó el grito de un zorro.

-¿Usted nació muY leios de aqui?

-Ni siquiera las eslrellas se veian. Nací en me-

dio del espacio intereetelar.

-¿Y qué hacía cuando chico?-€uando descr¡brí que podía rfloYelrne a volun-

tad, conrené a eftsayarrE en el nrelo, a ca¡nbiar dedirección. a Frarre o a fxrt¡r.

-¿Le enseñó alguien?4uando qro apr€nde a comunicarse con los

dem&., bs rliscos mayores le enseñan a uno. Pero só.b dos o tres cosas. Siempre andan muy apurados.

-¿Por qué?

-Porque el espacio es muy grande, y lalta tiem'po para recorrerlo... ¡Viene alguien! Súbase pronto.

Alejandro miró en torno. Más allá de la chacra,una cúpula blanquecina anunciaba Ia salida de laluna.

-¿Llevo a Toqui?

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=:€e:--

-Llévelo. AHirese. Se están acercando.Al otro lado del arroyo, en la ladera del cerro,

se escucharon las voces de por lo menos dos hom-

bres, que hablaban excitados. Manteniendo a Toquientre los brazos, se sumergió en el letargo. Un calorintenso y un olor acre lo envolvieron' Toqui comen-zó a ladrar. No muy lejos un fulgor sangriento leprodujo inquietud.

-Baje sin miedo. Pero no se aleie mucho.

-¿Dónde estamos? *Alejandro saltó a tierra, aun suelo disparejo, sembrado de piedras de todos ta-maños. Una luz rojiza, que provenía detrás de una

fila de grandes rocas, iluminaba los alrededores. Co-mo si algo ardiera más allá del reborde. Grandesplantas de color oscuro, y algunas flores inmensas,muy blancas, crecían aquí y allá. A lo leios, totaloscuridad.

-Nos hallamos dentro de un vobán.Entonces Alejandro escuchó un bronco ruido b+

jo sus pies. El piso se estremeció b:'evernente. Lue96

el ruido cesó, y la luz creció. perdieodo 9¡ bm rc*-zo. El chico, atemorizado. hizo uñ amago de ro\e' a

meterse dentro del disco.-*.lo tenga miedo. En caso de Peligro. yo le ilt

saré.

-¿Cómo sabrá si haY Peligro?-Porque entiendo muy bien a los planetas' Pero

no a sus habitantes. -Lástima que el disco no tu-viese cara, pensó Alejandro, porque seguramente son-rió al decir eso.

-¿Dónde queda este volcán?-€n el centro del Polo Sur. En lo 6te llamn !a

Antártida.

-¿Estamos en la Antártida?

¿cómo no hace frío?

-Aluera hace frío. Ahí detr&lava derretida.

-¿Nadie más ha entrado aquí?

¿En serio? Pero.

hay un lago de

-¿Cbmo? Los hombres ven este vobán cuaQdo

. -.e§tq§§E::r§Jj:1:. . -

se nÉten tierra adentro. Pero siempre está eclardd'humo. Y aunque subieran hasta la cumbre, tanrPcopoclrían bajar. Las paredes son muy empinadas'

-Pero no veo humo por ninguna parte'

-§e ve desde afuera. No es humo, en realidad'Es vapor de agua que se condensa con el frío.

-¿Cómo sabe tanto usted? ¿Y dice gue es un

niño? No le creo. -Aleiandro se volvió hacia el dis-co, y lo encaró en la luminosidad rojiza. Posado so-

bre el terreno pedregoso, su fulgor blanquecino, al

mezclarse. con et rojo del volcán, le daba una apa-

riencia extraña. como si fuera una visión'-Porq.r tqta mi vila nre he dedicado a aPren-

der 1o qE ¡on los planetas y las estrellas. De otromodo no b 6¡ía cqtaiJo a usted tampoco..

Toqui se aieió y AleJandro lo escuchó gruñir de-

trás de una ioca.

-¿t-lay peligros por los alrededores?{o creo. Pero trate de mantenerse leios del

lGge- Ds atf salen mrrchos gases y calor. Pregúnte-n a¡r{qlier coea mientras recorre este lugar.

A €jaldro caminó sobre las rocas; algunas erangof,osa, como verdaderas esponlas. Se encontró con

,-rra iaoera que descendía suavemente en dirección¿)grr€sta al 'fuego central. Las plantas y arbustos de

Era.'¡oes hojas y flores formaban una verdadera sel-rr¿ s€rnpre alumbrada por la luz rojiza. Toqui ladra-§e e4 una espesura, a menos de veinte metros de

Ablandro. De nuevo el suelo se estremeció, y el ron-

co vu¿arrón del volcán invadió todos los ámbitos. Se

úerurs alemorizado. A sus espaldas el domo blanque-cino proyectado por el disco se mezclaba con la luz

rqrza. originando beUas mutaciones cromáticas.{uédese tranquilo. Yo le aviso.Alejándro se metió entre les plantas, buscando a

Toqui. Se quedó alelado. En el suelo se debatía un in-rrErlso gusano blanco, con protuberancias azules, pa-

recidas a ojos. Aunque siempre los gusanos le habían

dado asco, aqué1, a pesar de su tamaño, sólo le cau-

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!q*-tsi-d-¡::':.-'i;.::

só una temerosa .sorpresa. Medía por lo menos unmetro de largo, y era tan grueso como Toqui. En-tonces Alejandro notó que él comía tranquilamenteuna gran hoja. De pronto levantó el extremo dondeiban los ojos, y se volvió hacia é1.

*Dile a ese bicho que se calle. -Alejandro sequedó paralogizado. ¿Estaría soñando? -Que me de-je comer tranquilo. No le he hecho nada.

-¡Eh! Este gusano habla . . .

-¿Gusano me llamas? Mi nombre es Variso. Perodif e a ése que se calle. O va a ver . . .

-Ya, Toqui, cállate. ¿Es cierto gue este gusanohabla? La pregunta iba diiigida al disco.

-Yo traduzco su tenguaje y se lo transmito austed. Son muy inteligentes estos Varisos. Y buenaspefsonas.

-Oye, Variso, ¿dónde vives tú?I -¿Aguí cerquita. Cuando termine de comer te voya llevar a mi casa. Tú no eres tan gritón como tuamigo. ¡Ah! Qué ricas son, estas hojas. ¿Quieres una?

-No, gracias. Comí hace menos de una hora.Otra vez el bronco clamor de la montaña.

-¿No te,asusta ese ruido?

-¿Por qué voy a asustarme con la voz de la Tie-rra? Quiere decir que está'viva. Lo malo sería quese quedase callada. Ven, vamos a mi casa.

Toqui se había calmado. Siguieron bajando porla pendiente, entre grandes plantas y flores. Enton-ces apareció algo como un hemisferio oscuro, muyliso a simple vista. Y más allá se alzaban otros, es-20

t-;&:

parcidos entre las rocas y plantas. Contó más deveinte.

Variso entró por un agujero abierto a ras de tie-rra, desapareciendo en el interior de la media esfe-ra. A lo lejos, dos Varisos se dirigían a otro de esosobjetos.

-Entren. Pero que tu amigo no grite.-{ntre sin miedo -le dijo el disco volador.Tuvo que arrastrarse a través de la estrecha

abertura. Adentro reinaba un olor suave, dulzón, dis-tinto al de afuera. Una luz azulina, que surgía,delos muros como un reflejo, alumbraba el recinto,donde los tres cabían holgadamente. Variso se insta-ló junto a la muralla. Sobre el piso, revestido de unasubstancia esponjosa, tibia, se amontonaban cosasparecidas a ladrillos. Alejandro preguntó qué eran.

-Es alimento que tengo almacenado. No te ofrez-co, porque es muy duro y no podrías comerlo. Si tie-nes hambre, te mostraré algunas hojas y flores quepueden comer tú y tu amigo.

-Mi amigo es un perro, y se llama Toqui -leexplicó entonces Alejandro-. ¿Y qué haces tú en eldía?

-¿El dia? ¿Qué es el día?

-Aquí no hay noche ni día -le explicó el disco.*No importa. Pero, ¿qué haces tú, además de

comer y luntar ese alimento?

-Ayudo a mis hermanos a fabricar tibonina, pa-ra defendernos en caso de que el fuego crezca.

-¿Tibonina? ¿Qué es?

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.i:*ff. |Ii ::. ri::., ti, :rt-r.::Sri-J1::r:::-r:

-Una substancia que nos protege del fuego. Nosmetemos todos en un recinto hecho de tibonina, ynos quedamos hasta que el fuego se va.

-¿Y eso pasa muy qeguido? -Alejandro miróen torno asustado.

-Cada cinco o seis madakas.-4ada madaka es como diez años -le explicó el

disco-. Ya es hora de que nos vayanxts. Otro día.lotraerá de nuevo.

Se despidió de su nuevo'amigo, y volvió al disco.. -Y pensar que los hombres no saben que hay

gusanos inteligentes, que hablan.' J-m Varisos provienen del centro de la Tierra.

Estos llegaron por accidente aquí. Le" trajo ta hvadurante una erupción. Por suerte se hallabsr en rrlode sus refugios de tibonina. Pero rebten mucho ca-lor, m& de mil grados, sin morir.

-¿O sea el centro de la Tierra es tueco?. -No, no es hueco. Pero hay carernr, úrha

y ahí viven lc Varba. La tz dE 3ol b Éúr.Además necesitan de algna¡ sÉ¡ci¡¡ T.r ¡traquí se encr¡enlran en grandes canti!#" Y * rcho calor.

-Pero yo no he sentido calor.

:-::|':nj.:]]. ]. : ]r]:::

*s que ellos lo acumulan a. iravés de ladirectanrente del; suelo o del aire gue los entr¡elrc- :Porque aquí el calor sube cada cierto tiempo. Atoraestá lresco. En algunas horas más usted se moriría.Entonces los Varisos se encuenlran a sus anchas. En

esos momentoo trabaian. Ahora están descansando.

-Y yg pensé que podría venir a pasar un tiem-po largo aquí.

{o, solatmnte pr¡ede estar unas pocas horascada üez.

Aterrizó en una explanada, a media ladera delcerro. Al @mienzo te costó orienlarse, pero pronto

comprendió que se hallaba cerca de su casa. Sólo en-

tonces recordó el ruido de voces que escuchara an-

tes de Partrr.{o fe 9or el bgnr donde nos iuntábamos'

Xt ¡tÉ ¡cqrfr oefica, esperando que yo vuel-n- Fa rtg¡lrn dí¡¡ nc reunirer¡ros aquí. DesptÉs: úrririt de etPerar.

Aiejandro tomó el cam¡no del cerro. No,se en-

csrtró con nadie. En su casa todos dormían. Pero

en su nrente sólo había lugar para los Varisos, esos

enigmáticos pobladores de las entrañas de la Tierra.

a

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a vARtos

L{}§ ffiffifr&#rr§§

Marta Armanet Besa

ffiKilStEEEEsto lo confirma el caso de los hermanos

Battista y Antonio úhiardala, nacidos en Vina-dio (ltalia) en 1876 y 1887 respectivamente, quealcanzaron la altura de 2,30 m. Pesaban 220 k.

el prímero y 212 R. el segundo,Su enorme desarrollo se debió a una anor-

malidad endocrina (secreción abundante por partede la glándula hipófisis de las hormonas que re-gulan el crecimiento).

Los dos hermanos dieron vuelta al mundocontratados por empresarios de espectáculosextraordinarios,

Aunque gozaban de perfecta salud, murleronmuy jóvenes. Antonio, en parís, en 19'14, y Battista

en Nueva Yorx. en 19'tr 7.

Sus farnrliar* sóto heredaron los zapatos

de Battista que median 50 cm,

iJr¡o rle ias hermanos junlc a sus admiradores en elBois de Bouío§ne(Gran Farque de París)

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,,#E I prltner cartel Bublicado en F rancia Sara preselt¡ar a ios *er¡rar¡ss

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O LOS MEJORES AUTOMOVILES

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AUTÜ.UN¡ON GRAND PRIX 1934.f 937Motor: I6 cilindros. cala ce cannu¡o: s veioc¡aááás y"ñárcna atrás.suspensión; Frontal por b-arra de torsíán-. FrenoJ: Hidráu¡¡ó;, Lockheed,en tambores sobre las 4 ruedas. Clrassis: r,¡iico tJ¡ülar.Velocidad máxima: 112_195 nriilas p. h.

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