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001 - LHM- MICAH

Jun 04, 2018

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     Micah Marius es el cuarto de siete hermanos guerreros que

    luchan contra los demonios de su mundo. Está acostumbrado a

    combatir diariamente en situaciones de vida o muerte, empujando

    a un lado su suave personalidad. No estaba preparado para

    reaccionar cuando conoció a Riley. Un pequeño y sexi doctor

    vampiro, que resulta ser su compañero predestinado.

    ¡Diablos! Micah ni siquiera era gay, pero parece que no

     puede controlar sus reacciones hacia el hombre que le pertenece.

    Riley es un médico vampiro, poco convencional, reservado, y

    no sabe cómo tratar con la tremenda lujuria que siente hacia el

     guerrero.

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     A Glynis, Barb, Jeff y todos los demás que me han hecho

    sentir tan bienvenida en mi nuevo hogar. Vosotros aceptasteis

    a la chica de ciudad con los brazos abiertos y voluntad de

    ayudar siempre.

    ¡Adoro la pequeña ciudad en la que vivimos!

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    — Vamos Caleb, nos estamos acercando. —Le gritó Micaha su mejor amigo.

    Habían estado persiguiendo a un demonio durante buenaparte de la semana, sin que pudieran localizar su lugar dedescanso durante el día. Tenía que ser muy poderoso parapoder ocultarse de dos vampiros guerreros.

    —Uno de nosotros tiene una garra clavada en su espalda,gilipollas. —Le espetó Caleb acelerando más el ritmo.

    Micah ocultó la sonrisa, su mejor amigo era una máquina.Había pocas cosas que lograban ralentizar a Caleb. La mayoríade los vampiros estarían en el suelo berreando si un demonio

    les hubiese clavado sus zarpas en la espalda. El veneno de lasgarras actuaba como el ácido. Lo sabía bien.

    Después de cuatrocientos años siendo un guerrero, Micahhabía perdido la cuenta del número de veces que había recibidoel mismo tipo de lesión, y aun así había seguido luchando.Había días que parecía una batalla perdida. Por cada demonioque eliminaban, otro aparecía en su lugar. Sin embargo, la

    alternativa de permitir que los demonios los invadieran y losdrenaran dejándolos secos no era una opción para los vampiros.

    Los demonios fueron vampiros una vez, vampiros quedecidieron que no querían la sangre para alimentarse, laquerían por el poder, para matar. Los vampiros siempre vivieron con un estricto código, no hacer daño a los sereshumanos y ocultar toda evidencia de su existencia a los mismos.

    En las últimas décadas, con bancos de sangre por todas partes,

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    —Estamos muy repartidos estos días. —Dijo Micah—. Lamayoría caza en solitario. Estoy bastante agradecido de tener uncompañero, incluso si es alguien tan lento como tú.

    —¿Ah sí? ¿Prefieres que sea alguno de tus hermanos? —preguntó Caleb riendo.

    —¡Joder, no! —Micah los amaba, pero como todos loshermanos, se peleaban constantemente.

    Nació en una familia de guerreros de élite, respetada ypoderosa desde hacía generaciones, pero para Micah, nosignificaba que fuera diferente de otros guerreros. Queríaganarse el respeto como guerrero por sus acciones, no por sunombre.

    Desmond y Elena Marius tenían siete hijos. Victor,Stefan, Gabriel, Micah, Virgil, Remus y Damian. Marius era unnombre que todos los vampiros conocían. Eran casi como sifueran la realeza de su mundo. Su padre se había retirado de lalucha hacía unos cientos de años y tenía un asiento en el

    Consejo Superior. Teniendo en cuenta que los vampiros podían vivir durante siglos, Desmond podría estar en ese puestodurante un tiempo muy, muy largo.

    Por supuesto los vampiros podían morir. Pero no comodecían en la mayoría de las leyendas. El ajo no los afectaba, nilas cruces, la plata no era lo que más daño les hacía, y podíanestar a la luz del sol. Por supuesto no era su pasatiempo

    favorito, porque eran bastante sensibles a ella, pero desde luego,no estallaban en llamas.

    —Lo he perdido —dijo Caleb a su derecha—. ¿Lo sientes?

    —Sí. Lo tengo. Pero desaparece rápidamente. Tengo queestar realmente concentrado para sentirlo —dijo Micah,cambiando de dirección cuando el demonio lo hizo.

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    Una habilidad útil y Micah deseaba que no la tuviera justo enese momento. Su hombro le dolía como el infierno.

    Cuando llegaron a una cámara de la caverna Caleb usó su

    don, y se multiplicó. Todos ellos tenían la misma apariencia,pero solo el verdadero podía resultar herido. Era imposible paralos enemigos o los amigos distinguir al real de los falsos.Cuando Torhn estaba a punto de enviar otra explosión deenergía levantó los ojos al ver a veinte Calebs.

    Elegir al erróneo e intentar herirle era lo único quenecesitaba Micah. Se lanzó contra Torhn golpeándolo duro y

    rápido. Su don era la capacidad de luchar con la mente. Loayudaba en la batalla.

    Moviéndose rápidamente, fue capaz de asestar un buengolpe en la cara y cuello de Torhn con sus garras. Por desgracia,las garras del vampiro no tenían veneno, al contrario que las delos demonios, pero eran increíblemente duras y fuertes.

    Caleb atacó de nuevo al demonio mientras Micah lo tenía

    ocupado. Cada uno de ellos pudo asestar varios golpes antes deque Micah sintiera un dolor en su hombro herido. Fue capaz delanzarle a Torhn un último golpe en el estómago, antes de sentirun ardor punzante en la parte inferior de su pecho. Su mundo se volvió negro y no sintió cuando cayó.

    Micah estuvo consciente e inconsciente en las siguienteshoras, no supo cuánto tiempo había pasado, pero se sintiótransportado, y ya no estaba en la cueva. El sol estaba en lo altopor lo que mantuvo los ojos cerrados al no llevar sus gafas de solpara protegerse. Se dio cuenta que Caleb lo cargaba, inclusoantes de que hablara.

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    —Quédate conmigo, Micah. No te atrevas a morir sobremí. —Dijo con pánico en la voz.

    Trató de contestar que estaba consciente pero parecía que

    su voz no cooperaba. La luz del sol ardía sobre sus heridasexpuestas, y Micah deseaba volver a desmayarse. No pasómucho tiempo hasta que su deseo le fue concedido.

    Cuando volvió a estar lúcido, estaban protegidos del sol,pero Micah todavía no conseguía abrir sus ojos. Le dolía todo,era mucho peor que cualquier otra lesión que hubiera tenidonunca. Al darse cuenta que estaba en un coche trató de

    incorporarse, dejando escapar un pequeño gemido cuando eldolor de su cuerpo lo atormentó.

    —Micah, ¿estás bien? No intentes sentarte. Quédatequieto. —Le dijo Caleb desde el asiento delantero—. Llamé a tupadre. Consiguió el permiso para poder entrar en el aquelarrelocal. Ya casi estamos amigo ¿Puedes oírme?

     Aún no podía hablar, pero gimió reconociendo las

    palabras de Caleb. Debía estar en muy mal estado. Su amigo noera alguien que se asustara fácilmente, y sonaba preso delpánico.

    Cuando el coche voló alejándose, Micah trató demantener la respiración a un ritmo constante, aspirandoprofundamente. No estaba preocupado por su lesión en elhombro, pero el dolor en el pecho era un infierno. Cada giro del

    coche y cada movimiento le enviaban ráfagas de dolor por todoel cuerpo.

    Cuando el coche se detuvo con una sacudida, el hombrolesionado de Micah golpeó el asiento que tenía delante. La buena noticia era que lo sentía, por lo que no sería tan malo ¡Lamala noticia era que le dolía como un hijo de puta!

    Sintió que lo cargaban desde el asiento trasero del coche yera llevado por dos personas antes de dejarlo tumbado. Micah

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    asumió que se trataba de una camilla, pero estaba tan fuera desí mismo que podía haber sido una alfombra mágica por lo quesabía.

    — Aguanta, Micah. Estamos aquí, ¿de acuerdo? No puedesmorir. No quiero tratar con tu padre y tus seis hermanos. Lesgustaría hacerme demasiadas cosas —dijo Caleb mientrasretiraba el pelo de Micah de su cara.

    Quería decirle que estaba bien. Realmente lo hizo, peroparecía que no podía meter el suficiente aire en sus pulmonespara usar su voz. Sentía como si estuviera tratando de respirar

     bajo el agua. Realmente esperaba no estar ahogándose en supropia sangre.

    Sí, cuatrocientos años era mucho tiempo vivido, pero nopara un vampiro. Había mucho más que quería hacer en su vida, y su raza lo necesitaba para luchar contra los demonios. Además, todavía no había conocido a su pareja ¿no debía hacereso antes de morir?

    —Joder, ¿quién te hizo esto? —Oyó Micah decir a unhombre que no era Caleb. Se dio cuenta que estaba dentro de unedificio, probablemente el hospital del aquelarre. Podía sentirlas manos de un extraño en él.

    —Un demonio de nombre Torhn. Recibió una explosiónde energía en el hombro cuando me apartó. Más tarde, le clavóuna uña en el hombro herido antes de recibir otro estallido en el

    pecho —dijo Caleb cuando la camilla se detuvo finalmente.

    — Vamos a moverle. Tres, dos, uno —dijo el desconocido.

    Micah sintió como lo movían a una superficie plana yestable. Podía sentir a Caleb alejarse cuando el extraño lo tocó. Alguien le clavó una aguja y le pusieron una mascarilla en lacara.

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    Sintió como si pudiera volver a respirar. Escuchó laconmoción durante unos momentos más antes de que alguientrabajara en su hombro, el dolor fue demasiado para él. Sumente gritaba agónicamente.

    Cuando volvió a despertar, Micah no tenía ni idea decuánto tiempo había estado inconsciente, pero al menos habíamenos gente alrededor, podía sentir solo un par de manos en sucuerpo esta vez, y estaban haciendo algo con su hombro. Eldolor era mucho menor. Nunca había estado más agradecido delo que lo estaba en ese momento con el que inventó las drogasque funcionaban con los vampiros.

     Al abrir los ojos, vio unos hermosos ojos azules, rodeadosde espesas pestañas, y pelo largo y negro. Tenía una narizpequeña y unos labios gruesos y sensuales. Micah no podía vermucho más a causa de la ropa y el gorro, pero solo su rostro eraimpresionante.

    En ese momento, el olor dulce de la mujer lo golpeó, y

    Micah se dio cuenta de que su compañera acababa de salvar su vida. Rebosante de alegría por haberla encontrado, Micah seolvidó completamente de sus lesiones.

     Alzando su brazo sano, ahuecó la parte de atrás de sucuello y la atrajo hacia si. Micah sintió que saltaba. Antes de quepudiera protestar, le bajó la cabeza y se levantó tanto comopudo. Cuando sus labios se encontraron, fue como ser golpeado

    por un rayo. Su cabeza martilleaba y su corazón dio un salto alsentir el contacto de los labios de su pareja.

    Micah quería devorar sus labios, y después de ellos,explorar, saquear y exigírselo todo. Si tuviera más energía lohabría hecho, pero sentía que la droga lo arrastraba de nuevo ala inconsciencia, dejó ir su cuello y se tumbó. Se quedó dormidocon una sonrisa en su rostro.

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    «Me besó», pensó Riley, aún en estado de shock. Se tocósus labios. Estaban hinchados e irritados. Wow, el hombre sabía besar. Sabía que era su compañero tan pronto como entró en lacamilla a la sala de trauma. No solo era enorme, era tanmusculoso. No podía imaginar lo que el hombre comía.

    Siguió con su tarea, necesitaba coser a su compañero.Riley podía preocuparse por el resto después de que sucompañero estuviera curado. Había oído al hombre que lo trajo y se presentó como Caleb, llamar a su compañero Micah.

    Micah. Era un nombre tan fuerte que solo de pensarlo ledaban escalofríos. Sabía que habían recibido una llamada deemergencia solicitando la entrada en su aquelarre porquealguien de buena cuna se había lesionado en una explosión.

    Sintió curiosidad, y se ofreció a ser el médico del herido

    ¡Gracias a Dios que lo hizo! ¿Qué hubiese pasado si sucompañero hubiese llegado, se hubiese ido y nunca lo hubieraconocido? La idea era demasiado deprimente para ni siquieraconsiderarla. Había estado allí, y había conocido a sucompañero. Riley simplemente esperaba que Micah lo quisiera.

    Siempre supo que era pequeño para ser un vampiro.Claro, era fuerte, pero alguien de un metro setenta y cinco no

    podía tener mucha fuerza. El destino lo había resuelto, dándoleel don de la curación. No importaba lo fuerte o alto que fueraRiley. Era inteligente. Aprendió pronto que podía curar.

    «Uno de sus primeros recuerdos era escuchar a su

    abuela molesta porque su rosal se estaba muriendo. Siendo

    sólo un niño, no entendía realmente lo que quería decir. Salió y

    miró el arbusto marrón que estaba contra la casa.

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     Riley recordó tocar uno de los brotes deformados,

     pensando ¡Por favor, ponte bien, haz que la abuela esté feliz!

    Cuando abrió los ojos todo el marrón se había desvanecido, y

    el arbusto estaba verde y exuberante y había varios capullos

    de rosa abriéndose.

     Había corrido a por su abuela, gritando para que fuera

    a ver lo que había hecho. Estaba tan orgulloso de poder

    hacerla feliz. Siguiendo al pequeño, pensando que había hecho

    alguna travesura en alguna parte, su abuela se congeló en el

    sitio. Cuando se dio cuenta que se había parado, la acercó

    hacia el arbusto. 

    — Riley, esto es maravilloso. Has encontrado tu don, mi

    amor. ¡Oh, es un don maravilloso!  —dijo llorandosuavemente—.  El destino te ha sonreído. Debes estar siempreagradecido. Estoy tan orgullosa de ti. — Entonces ella le dio elabrazo de oso más grande que le hubieran dado nunca y lo

    llevó de vuelta a la cocina, donde lo dejó comer tantas galletas

    como quiso». 

    Se echó a reír al recordarlo ¡Qué diferente era laperspectiva de un niño! Recordó haber estado confundido,preguntándose si la abuela era feliz, ¿por qué lloraba? Y siestaba llorando, ¿por qué le daba todas esas galletas? Solodespués de haber crecido se dio cuenta que lo había hechoporque era muy feliz.

    Micah murmuró en su sueño, haciendo que Riley lomirara a la cara. El hombre era guapísimo. Mediría uno noventa y tres, y 110 kilos de peso, el pelo castaño y los ojos más verdesque había visto. Recordó que cuando Micah lo había miradoantes de besarlo, había visto todos sus secretos. Era casiaterradora la mirada que le dio.

    Cuando terminó de coserle los puntos, Riley se quitó el

    gorro y se lavó las manos. Agarró una bolsa de sangre de lapequeña nevera donde la guardaban junto con las muestras de

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    montacargas después de que este bajara. Entonces oyó másgritos, los gritos de su padre y su hermano. Quería llorar, peroestaba demasiado asustado, congelado, hecho un ovillo en laesquina de la buhardilla. Riley había tratado de taparse losoídos para protegerse del ruido de la lucha, los golpes de cosasrompiéndose y los horribles gritos.

    Fue su abuela quien lo encontró más tarde. Riley se diocuenta de mayor que debido a la carnicería no habían notadoque no estaba entre sus padres, su hermano y sus hermanasmuertas. Finalmente cuando lo hicieron, su abuela había sido losuficientemente sabia como para buscar en el desván. Loencontró sin conocimiento y tumbado de lado acurrucado.

    Una parte de él siempre estaría feliz de no haber estadocon su familia. Otra parte deseaba haberlo estado, para que sucerebro le dejara de mostrar a lo largo de los siglos mediantepesadillas lo que probablemente ocurrió.

    Riley salió de la ducha, secándose con una toalla, se

    acercó a su casillero para ponerse un uniforme limpio. Se rio alpensar cómo los demás médicos se burlaban de él. Decían quepasaba demasiado tiempo en el hospital. Había compradotantos uniformes que nunca tenía que lavar la ropa. Si supieranla verdad, que su abuela todavía se la lavaba. Incluso entonces,la mayoría de las veces, cuando finalmente llegaba a casa, teníael valor de llevarle los uniformes.

    Mierda, no había pensado en su abuela cuando encontróa su compañero. Nunca la dejaría. Se tenían el uno a la otra, yeso era todo. Ella lo crió, lo apoyó y lo amó toda su vida. Elabuelo de Riley había muerto antes de que éste naciera, ysiempre habían estado sólo ellos dos.

    Marian Johnson nunca se inmutó cuando le dijo que eragay, se encogió de hombros y le dijo mientras seas feliz. Más

    tarde, Riley le había dicho que quería ir a una universidad, aestudiar medicina humana, lo que era extraño para los médicos

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     vampiros. Trabajó con un médico vampiro con experiencia yaprendió. Su conocimiento de la anatomía humana habíaayudado inmensamente a los vampiros. Una vez más su abuelasimplemente se encogió de hombros y dijo:

    —Lo que a ti te haga feliz.

    La genética de los vampiros y los humanos era similar,excepto por su necesidad de sangre y se curaban con mayorrapidez. Pero al aprender medicina, Riley dio un paso adelanteen el desarrollo de los analgésicos que hacían efecto en los vampiros. También había ayudado con los embarazos, sus

    habilidades quirúrgicas y realizado transplantes de órganoshumanos en vampiros si la situación lo había requerido.

    Sabía que era el mejor que había en su raza, pero senegaba a tomar un aprendiz. El Consejo se había enojado por nohacerlo, pero les había explicado que la mayoría de susconocimientos los había adquirido con la educación humana.Estaba firmemente convencido de que todos los médicos de

     vampiros debían asistir a la escuela en vez de estar durantesiglos atrapados aprendiendo de otro médico.

    Negaba mientras caminaba de regreso a la habitación desu paciente ¿Cuándo iba a aprender su raza? Los seres humanosno estaban por debajo de ellos. Oh, por supuesto, el Consejocumplía todas las leyes para proteger a los humanos, perotambién a los vampiros de ser descubiertos. Los seres humanos

    habían hecho grandes avances en muchos campos. Partiendo deque el conocimiento no era debilidad, sino inteligencia.

     Acercándose a su compañero y paciente, trató de nodistraerse por su buena apariencia. Empujando las mangas de la bata, puso las manos sobre el pecho desnudo del hombre.Cuando Riley vio las heridas de Micah con su mente, se puso atrabajar en su respiración. Sabía que estaba extralimitándose,

    pero era su compañero. Odiaba verlo herido.

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    —¿Estás bien doc? —le preguntó su paciente con ungraznido cogiéndolo antes de caer al suelo.

    Usar sus habilidades para curar le tomó la mayoría de su

    fuerza y sus piernas estaban como espaguetis.—Sí, gracias —respondió Riley, apoyando las manos sobre

    la cama de Micah, esperando que pasaran sus náuseas.

    —¿Dónde está? —preguntó Micah, con la gargantairritada.

    Riley le dio el vaso de agua de la mesita de noche.

    — Ve despacio —le dijo Riley —. Has pasado por mucho,Micah.

    —¿Viviré?

    —Sí, te estás recuperando bien —respondió un sonrienteRiley, pasando la mano por el pelo de Micah.

    —¿Dónde está?

    —¿Quién?

    —La mujer que besé. Mi compañera.

    —¿Tu compañera? ¿La mujer? —pregunto Riley tratandode mantener sus emociones a raya. No había ningunacompañera ¡él era su compañero! Micah lo había besado a él.Oh mierda, pensó. Micah no se había dado cuenta que había

     besado a un hombre—. No hay ninguna mujer, Micah.

    —Por supuesto que la hay. La vi. La besé. —Dijofrustrado.

    —No besaste a una mujer, Micah.

    —No seas absurdo ¿A quién más podía haber besado? Antes muerto que besar a un hombre.

    Riley sintió su corazón romperse por sus palabras.

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    —Tú… no… no hay… mujeres, no… —tartamudeó Riley,no era capaz de encontrar las palabras.

    —Doc, escupe —dijo Micah, mirándolo directamente—.

    Doc, ¿estás bien?—N… no, no estoy bien —respondió respirando con

    dificultad mientras movía el brazo de Micah de su cintura.

    —Ella tenía los mismos ojos que tú, doc ¿Es tu hermana?—Preguntó Micah.

    Riley dio varios pasos atrás cuando Micah le preguntó.

    Fue incapaz de decirle lo que había sucedido.—No, mis hermanas están todas muertas.

    Eso fue lo último que le dijo a su compañero mientrasabría la puerta y huía. Tratando todo lo que podía, para evitarque sus lágrimas cayeran hasta llegar a la sala de guardia. Sinprestar atención por dónde iba, casi tira a Caleb.

    —Doc, ¿estás bien? —le preguntó Caleb.—Um, lo siento, no, no estoy… no estoy bien. Perdón —

    Riley divagaba tratando de escapar.

    —Doc, espera ¿está bien Micah? ¿Pasó algo?

    —Está bien. Se recuperará completamente y estácorrecto1. —Dijo tirando del agarre de Caleb antes de correr

    hacia la sala de guardia. Riley se tiró sobre una de las camashecho una bola y se cubrió con las mantas.

    Cuando dejó salir sus lágrimas, todo en lo que pensabaera en las palabras de su compañero. Su familia había sidosacrificada y su compañero no lo quería. Por lo menos tenía a suabuela. Era todo lo que realmente necesitaba, ¿no?

    1 En el original: Fine and straight, bien y bien… correcto, heterosexual… juego de palabras del autor.

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    Micah se sintió sorprendido. No podía creer laconversación que había tenido con el médico.

    ¿Qué diablos había sido eso? Trataba de salir cuandoCaleb entró.

    —Hey, ¿cómo te sientes? —preguntó, dando un paso hacia

    su cama.—Mejor. No me duele. —Dijo Micah con una sonrisa—. Y

    puedo hablar y abrir los ojos sin la sensación de que me va aexplotar la cabeza.

    —Bien, he aprendido mucho mientras estuviste fuera.Tienes que darle las gracias al doctor Johnson por losmedicamentos contra el dolor. Parece que el buen doctor

    estudió medicina en la universidad de los humanos. Con todo loque aprendió ha diseñado medicamentos específicos paranuestra especie.

    —¿En serio? —preguntó Micah—. Wow, quizás por eso estan inteligente, porque no es muy sociable.

    —¿Por qué dices eso? —le preguntó Caleb mirándolo

    extrañado.—Fue muy extraño. —Dijo Micah sacudiendo la cabeza—.

    Se puso a tartamudear y no podía esperar para salir de aquí.

    —¿Por qué? ¿Qué pasó? —Caleb arqueó una ceja concuriosidad, mirándolo.

    —Cuando desperté, había una mujer, me estabasuturando, me di cuenta que era mi compañera. La besé y luegome volví a desmayar. Más tarde cuando volví en sí tuve que

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    sujetar al doctor para evitar que se cayera al suelo. Entonces, lepregunté dónde estaba mi compañera, la mujer a la que había besado —respondió Micah, encogiéndose de hombros—.Comenzó a divagar y salió rápidamente.

    —Micah, no ha habido ninguna mujer aquí —dijo Calebabriendo los ojos sorprendido.

    —¡Por supuesto que la había, la besé! Estaba cosiéndomeel hombro.

    —El doctor Johnson te cosió el hombro, Micah. No creoque tengan mujeres entre el personal. No he visto a ninguna entodo este tiempo.

    —Eso es lo que dijo el doctor, que no había ninguna mujer—la frente de Micah se arrugó por la confusión—. ¿Cómo puedeser?

    —Oh, Dios mío. Eres idiota —respondió Caleb sonriendo.

    —¿Qué? ¿Qué he hecho? —preguntó Micahcompletamente perplejo ¿Por qué todo el mundo parecía estarloco?

    —¿Dices que besaste a la mujer mientras te cosía? ¿Cómoera?

    —Tenía esos increíbles ojos azules, con largas pestañas,pelo negro y labios llenos ¿Por qué? —preguntó Micah.

    —¿Tenía el pelo largo? ¿Buenos pechos? —preguntó Calebtratando de contener su risa.

    —Tenía un gorro y el traje de cirujano. No podía ver suspechos o ya te habría dicho algo. Quiero decir, todavía estaba bastante drogado —dijo Micah, empezando a enfadarse—. ¿Quéquieres decir Caleb?

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    —Micah, quiero que me escuches —dijo Caleb—  esto esmuy importante ¿Qué le dijiste al médico después de que tedijera que no había ninguna mujer?

    —Le dije que por supuesto que había una —le espetóMicah—. Que antes muerto que ser atrapado besando a unhombre.

    —¡Idiota!

    —¿Podrías dejar de llamarme así y decirme que estápasando? O juro que en el momento que pueda dejar esta camapatearé tu lamentable culo —gruñó Micah.

    —La persona que te cosió fue el doctor Johnson. Lo vihacerlo. Cuando salió de tu habitación tenía lágrimas en los ojose iba casi corriendo. No estaba prestando atención por dondeiba, y casi me lleva por delante. Cuando le pregunté por ti, dijoque estabas bien y correcto —contestó Caleb.

    —¿Qué quieres decir? Le pregunté si fue a su hermana a

    quién había besado —respondió Micah, completamenteconfundido—. Quiero decir, tienen los mismos ojos.

    —¡Lo besaste a él! —Le gritó finalmente Caleb haciendo ungesto con la mano alrededor de la habitación—. No habíaninguna mujer aquí. Le dijiste al doctor que antes muerto queser atrapado besando a un hombre. Escapó corriendo de lahabitación. Hizo un comentario acerca de que eres recto2  y

    huyó. Tú mismo lo has dicho, la persona que besaste tenía losojos del doctor ¡Saca la cabeza del culo!

    —¿Me estás diciendo, estás tratando de decirme…? No, nopuede ser verdad —Micah sacudió la cabeza cuando el horror loalcanzó—. Caleb, no soy gay. Tenía que haber una mujer aquí,simplemente no la viste.

    2 Hace referencia una vez más a su heterosexualidad, obviamente.

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    —Dices que te estaba cosiendo. —Dijo Caleb suavizando la voz y poniendo una mano sobre su hombro—. Te estoy diciendoque el doctor Johnson fue quien te cosió.

    —¿Es mi compañero? —preguntó Micah completamentenoqueado. Nunca había estado con un hombre, jamás pensó nisiquiera en probarlo. ¿Cómo podía el destino darle a un hombrecomo pareja? Y si el destino lo había hecho, definitiva yrealmente estaba jodido.

    —Sí, Micah, si lo que estás diciendo es verdad, el doctorJohnson es tu compañero. Solo recuerda que no elegimos a

    nuestras parejas. El destino las elige por nosotros. No hay nadamalo en tener a un hombre como pareja.

    —Sé que no lo hay. Pero nunca he mirado a un hombre deesa forma. Nunca he querido a ninguno. —Dijo Micah muy bajito—. ¿Qué hago?

    —No sé ¿Quieres que vaya a buscarlo? —preguntó Caleb.

    —¿Piensas que es mejor? No sé, tengo que pensar. Micabeza sigue muy confusa —respondió Micah.

    —Piensa mientras voy a buscarlo, ¿de acuerdo? Creo quetiene que quitarte los puntos de sutura antes de que sanes más.Todo irá bien, Micah —comentó Caleb dirigiéndose a la puerta.

    —¿Qué pasa si no es así Caleb? ¿Qué pasa si lo heestropeado?

    —Es tu pareja. Te perdonará —respondió Caleb, saliendo a buscar al buen doctor.

    Micah no estaba tan seguro. Podría haber jodido cualquieresperanza de ser feliz con su pareja, su compañero masculino.

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    —¿Doctor Johnson?

    Riley oyó a alguien llamar a la puerta de la sala deguardia, abriéndola. No tenía más lágrimas que derramar, pero

    su cabeza lo estaba matando.—¿Sí? —preguntó irritado, girando la cara hacia el

    hombre. Genial. Era el amigo de Micah—. Estaba intentandodescansar, Caleb ¿Qué deseas? ¿Ocurre algo?

    —Lo sé —respondió éste cerrando la puerta tras él.Cruzando la habitación se sentó en la cama al otro lado deRiley —. Mira, hablé con Micah. No se dio cuenta que fue a ti aquien había besado, que tú eras su compañero. ¿Eso es todo loque ocurrió? ¿Qué te besó?

    —Sí. —Le susurró Riley.

    —Mira, Micah estaba drogado, lo sabes. Le diste elanalgésico, no podía verte bien. Se suponía que serías unamujer. Sé, que lo manejó mal, y se siente muy mal por eso —dijo

    Caleb tomando la mano de Riley —. Simplemente nunca haestado con ningún hombre ni se ha sentido atraído antes porninguno, ¿de acuerdo?

    —Dijo que preferiría estar muerto a que lo atraparan besando a uno. —Le respondió Riley, mirando sus manosentrelazadas. Le dolía el corazón simplemente por decir esaspalabras.

    —Micah es un guerrero y un feroz macho alfa. —Le dijoCaleb apretando la mano de Riley —. Pero realmente es un grantipo, fiel, y ciertamente cuida bien a la gente. Se preocupa. Daleuna oportunidad, Riley. Quiero decir, ¿cuál es la alternativa?¿Huir del único compañero que vas a tener?

    —Supongo —dijo Riley encogiéndose de hombros—.¿Pero y si no me quiere?

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    —El destino no os pondría juntos sin un motivo doc, eresun chico inteligente. Lo averiguaremos. Además, creo quenecesitas quitarle los puntos de sutura antes de que se curesobre ellos. —Caleb se echó a reír, se levantó y caminó hacia lapuerta.

    «Muy bien, vale, puedo hacer esto» —pensó Riley para símismo. Se levantó, se estiró y se enderezó la ropa. Fue a los vestuarios y se dio una buena mirada al espejo. Era tan obvioque había estado llorando. Genial. Ahora su compañero heteropensaría que era un bebé.

    Lavándose la cara, trató de deshacerse rápidamente detoda la evidencia de lágrimas, respiró hondo varias veces y salióde la sala de guardia tomando el pasillo hacia la habitación desu paciente.

    —Hola Micah —dijo poniendo su mejor cara profesional ytratando de fingir que el hombre no le había arrancado elcorazón—. Vamos a echar un vistazo a esos puntos de sutura.

    —Doc, mira, siento lo de antes —empezó a decir Micah.

    —Echaremos un vistazo a los puntos antes de discutirotros asuntos, ¿te parece bien? —dijo Riley. Estaba orgulloso desi mismo por mantener el nivel de su voz cuando sentía que secaía a pedazos. Agarró los instrumentos esterilizados y acercóun taburete con ruedas hacia el hombro de Micah. Sí, necesitabaquitar los puntos. Podía hacer esto.

    —¿Cómo te llamas? —le preguntó Micah en voz baja.

    —Riley Johnson. —Respondió encendiendo la luz grandede la lámpara quirúrgica para enfocar la zona en la que iba atrabajar. Escuchó a Micah repetir su nombre varias veces en voz baja. Empezó a cortar los puntos uno a uno.

    —¿Sabes mi nombre?

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    —Micah. Lo dije al entrar. —Contestó Riley poniendo lastijeras quirúrgicas atrás y cogiendo las pinzas. Empezó a tirar delos puntos de sutura.

    —Mi apellido ¿alguien te ha dicho mi apellido? —lepreguntó a Riley, pero éste ni miró hacia arriba.

    —No, ¿por qué?

    —Micah Marius. —Contestó en voz baja.

    Eso hizo que Riley levantara la cabeza en estado de shock¡Mierda! No solo su compañero era hetero y no tenía ningún

    interés en estar con un hombre, era un Marius. Riley nuncahabía conocido a un Marius antes, pero eran la élite entre los vampiros. Eran como los Kennedys3  para los seres humanos¿Podían complicarse más las cosas?

    —No lo sabía —dijo Riley, mirando dentro de los verdesojos de Micah. Realmente era un hombre magnífico, pero¿podría querer alguna vez a Riley?

    —¿Importa?

    —No a mí. Creo que el problema más grande será elhecho de que eres heterosexual y prefieres estar muerto antesque besar a un hombre. —Respondió incapaz de mantener elsarcasmo en su voz.

    —Riley, lo siento. Me desperté, mi cabeza estaba hecha

    papilla, y estaba tan confundido por lo que estaba pasando y loque decías. Realmente pensé que había besado a una mujer.Quiero decir, asumí que había besado a una mujer, nunca hequerido besar antes a un hombre.

    Riley quería gemir. Quiso chillar gritando su rabia. Perono podía. Fue eficiente y controló sus emociones en todo

    3

      La famosísima familia Kennedy, de gran importancia en la historia contemporánea de los EstadosUnidos. Hay quienes los equiparan tanto dentro como fuera del país, a las Realezas verdaderas de otras

    naciones.

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    momento, más o menos, o era lo que quería creer. Simplementedio un profundo suspiro y volvió a trabajar en los puntos deMicah, evitando su mirada.

    —Mira Micah, lo entiendo, de verdad lo hago. Ereshetero. Enterarte que tu compañero es un hombre tiene que sertan confuso como para mí saber que mi compañero esheterosexual. Pero lo que di jiste, eso… eso dolió, ¿vale? —dijoRiley en voz baja, retirando el último punto. Dejó losinstrumentos y apartó la luz para poder verlo más claramentemientras hablaba—. Me emocioné al encontrar a mi pareja,trataba con todas mis fuerzas de evitarlo mientras te curaba.

    —Lo siento —dijo Micah—. Soy un gilipollas. Nopreferiría morir a besar a un hombre. Nunca me he sentidoatraído por uno antes. No quería uno hasta que te conocí.

    «Quería. Pasado».

    —Lo entiendo, me querías cuando pensaste que era unamujer —dijo Riley tristemente haciendo un movimiento para

    salir.

    —No, no quería antes, como lo quiero ahora. No sé quéhacer al respecto, sin embargo ¿Lo he echado todo a perder?Ese beso ha sido el más increíble de mi vida. Mujer o no, lo era—respondió Micah con una mirada resplandeciente en sus ojos.

    —¿Realmente quieres decir eso? —preguntó el médico,

    tratando desesperadamente de no sentirse demasiadoesperanzado.

    —Sí, Riley, lo quise —respondió Micah, sentándose—. Megustaría besarte de nuevo —Micah bajó las piernas por un ladode la cama. Las abrió de par en par y metió a éste entre susmuslos. Lo miró solo un momento, antes de acercar la cabeza deRiley para besarlo.

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    Oh, Micah era tan dulce. Sabía dulce, lo más suculentoque jamás hubiese probado. Riley podría seguir besándolo todala vida. Acarició los labios del otro con su lengua, sintiéndoloresistirse durante un momento antes de abrir la bocapermitiéndole la entrada.

    Una barrida de la lengua de Micah contra la suya y Rileysupo que estaba en problemas. Tenía que tener más. El beso eraurgente y voraz cuando su lengua exploró los recovecos de la boca de Micah.

    Riley sintió un gruñido profundo de aprobación escapar

    de su boca cuando las manos del hombre se movieron hacia sucamisa. Micah presionó los labios de Riley con los suyos cuandoapretó su cuerpo con fuerza. Al médico lo calmó saber que sunuevo y gran compañero no era inmune a él.

    Cuando Micah se echó hacia atrás, lo miró con suspreciosos ojos verdes. Quería despertarse el resto de su vidamirando esos ojos.

    —¿Estás bien? —le preguntó Riley a Micah cuando leacarició un lado de la cara.

    —Sí, claramente es demasiado. Me refiero, obviamenteestoy atraído por ti. Te quiero, pero no estoy seguro de lo queimplica eso. —Micah frunció el ceño—. ¿Tiene sentido?

    —En cierto modo, sí. Es decir, la primera vez que estuve

    con un chico, fue confuso de entender. No es que nos enseñencomo los hombres pueden estar juntos cuando aprendemos conlos pajarillos y las abejas —dijo Riley riendo.

    —Nunca más —le espetó Micah de repente dejando caersus colmillos mientras lo levantaba hasta que estuvieron narizcon nariz.

    —¿Nunca besarnos de nuevo? —susurró Riley. Sintió

    miedo por la intensidad en la mirada enojada del otro. Nadie lo

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    había mirado de esa manera, como si Micah quisiera comérselo y apartarlo del mundo al mismo tiempo.

    —Nunca estarás con otro hombre —Micah perdió poco a

    poco el control—. Eres mío ahora ¡Y no comparto! ¡Mío! Mejorque lo aprendas de inmediato.

    —Por supuesto que no Micah —dijo Riley en voz bajaacariciando un lado de la cara de éste—. Nunca traicionaría a mipareja. Simplemente estaba tratando de explicarte que entiendopor qué estás confundido.

    —Lo siento —respondió Micah, relajando poco a poco suagarre—. Tengo mucho temperamento. No, no me gusta la ideade que estés con alguien más.

    —No me gusta la idea de estar con nadie más, Micah. Peroes un hecho. Hemos tenido amantes antes. Por suerte, eso es elpasado, y lo único que importa ahora es el presente y el futuro,¿verdad?

    —Tienes razón —dijo el hombre asintiendo—. ¿Puedoconseguir otro beso?

    —Siempre Micah, siempre —le susurró antes de inclinarsepara reclamar los labios de su pareja.

    Riley sintió que estaba siendo devorado. Los labios deMicah lo saquearon, exploraron y exigieron. No podía hacernada para detenerlo, aunque, no es que quisiera hacerlo.

    En cambio, sintió que su cuerpo se derretía contra elcuerpo sólido de Micah, sus manos se apoderaron de la cinturadel hombre. Riley no estaba seguro de quien hizo el primermovimiento, pero de repente todo el cuerpo de Micah sepresionaba contra el suyo.

    Poco a poco rompieron el beso, los ojos del médico se

    cerraron. Dejó caer la cabeza hacia adelante para descansarla

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    sobre el hombro de Micah. Se sentía nervioso, descontrolado.Su corazón latía de forma irregular en el pecho.

    — Wow —susurró Riley contra el cuello del otro.

    —Sí, yo también. —Dijo Micah con una sonrisa mientras leacariciaba la espalda.

    Finalmente recuperó el aliento, Riley levantó la cabeza y seretiró de Micah.

    — Y ahora, ¿qué?

    — Ahora podemos ver lo rápido que puedes hacer lasmaletas y te trasladas al Complejo Marius —respondió Micahcomo si fuera un hecho escrito en piedra.

    —¿Quién dice que tengo que ser el que se mude? —preguntó Riley alejándose de Micah y endureciendo su rostro—.¿No es más cortés que le pidas a tú amante que se mude? No,asumirlo.

    —Cortesía mi culo —dijo Micah, mirando a Riley como sile hubiera brotado otra cabeza—. Por supuesto que vas a vivirconmigo.

    —¿Por qué debo ser el que se traslade? —preguntó Rileyotra vez, no le gustaba como respondía Micah—. Además, no meiría a vivir contigo ¡Me iría con tus padres! Y ya vivo conalguien. Y no puedo dejarla.

    —Me importa una mierda con quien vivas. Estásemparejado a un Marius. Te trasladarás al Complejo Marius —gruñó Micah, su rostro cada vez más rojo de ira—. ¿Crees queme importa una jodida con quien estés viviendo?

    —Muy bonito, Micah, realmente muy bonito —exclamóRiley tan enfadado como Micah.

    —¡No tendrás ningún otro amante! Soy tu pareja.

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    —No es un amante gilipollas.

    —¿Gilipollas? ¿Soy un gilipollas? —Gritó Micah,incorporándose de la cama y poniéndose de pie en toda su

    altura—. Daría una mierda por el hombre.—¡Es mi abuela! —Le gritó Riley a Micah a la cara.

    —Oh, pensé… —Dijo Micah bajando la voz—. Quiero decir,asumí, que era un compañero de piso o un amante.

    —Sí, ya entendí. Tal vez deberías dejar de asumir las cosas.Supongo que si fuera una mujer asumirías que estoy viviendo

    con un hombre. Que opinión más baja debes tener de mí —leescupió Riley frustrado.

    —Bueno, lo siento. Me lo merezco —contestó Micah,tomando una profunda respiración—. Hay espacio más quesuficiente para tu abuela en la casa principal. Tráela.

    —¿Tráela? ¿Cómo si fuera un mueble? Hombre, eres unidiota —le dijo Riley, empezando a impacientarse—. Una vezmás asumes que voy a vivir contigo. Tengo una vida aquí. Soymédico ¿Hay un hospital allí para conseguir trabajo? Investigo einformo al consejo ¿Hay lugar para mí allí? Tú eres un guerrero¡Estás fuera la mayor parte del tiempo! ¿Deseas que me mude yarriesgue todo lo que he construido en un abrir y cerrar de ojoscuando tú no vas a estar?

    —Bueno, pensé que… 

    —Sí, ya entendí. Me importa una mierda si eres un Marius.Soy el mejor médico de nuestra jodida raza, y lo hice por mimismo, con la ayuda de la única familia que tengo. Uncompañero es un regalo, Micah, no una garantía. Algo para serapreciado y amado, no un bolso de mano que se recoge y se tiraen la habitación ¡Es una sociedad! Hasta que te des cuenta deesto y actúes como tal, todo lo que tengo que decirte es ¡qué te

     jodan!

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    Cuando Riley terminó su discurso, giró sobre sus talones ysalió fuera de la habitación. Cerró de golpe la puerta, sabía queera infantil, pero en ese momento no le importaba ¡Bastardopresuntuoso!

    No es que Riley no se quisiera mudar, pero tenía quehablar con su abuela. Sería un factor decisivo. Pero tampocopodía dejar su trabajo. Ayudaba a los vampiros de formaindividual y también como raza.

    Su pareja en lugar de apreciarlo y enorgullecerse,simplemente había asumido que Riley lo daría todo por él. Sin

    ni tan siquiera pedirlo. No, eso sería indigno para un Marius. Ahora entendía los rumores que había oído sobre esa familia,actuaban como si fueran superiores a los demás. Aunqueactuaran como si pertenecieran a la Realeza eso no significabaque lo fueran, y Riley se condenaría si actuaba como un súbdito.

    —¿Qué pasó? —preguntó Caleb acercándose al médico.

    —No mucho. El gilipollas presuntuoso está completamente

     bien. —Le respondió Riley con sarcasmo.

    —¿Qué hizo ahora el idiota? —preguntó Caleb suspirandoprofundamente.

    —Simplemente asumió que me trasladaría al ComplejoMarius tan pronto como fuera posible. Sin preguntármelosiquiera. Traté de explicarle que vivía con alguien, con mi

    abuela, que lo tuviera en cuenta, que no podía dejarlasimplemente. Se puso como loco, asumió que vivía con otrohombre, pero cuando le expliqué quien era, dijo, tráela. Como sile hubiera dicho que quería llevarme mi silla favorita. Como siella no tuviera otra opción. No me dio ninguna. —Riley suspiró y se pasó la mano por el pelo—. Es un guerrero. Está fuera lamayor parte del tiempo. Simplemente espera que haga lasmaletas, deje mi trabajo, mi investigación, básicamente todo, y

    me mude no sé dónde por él, ¡cuando apenas está alrededor!

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    —¿Y tu respuesta fue?

    —Le dije que lo jodieran. Me importa una mierda si es unpoderoso Marius. No soy un esclavo para someterme a sus

    caprichos. Una pareja es una pareja ¡Se supone que debemosser un equipo! Además, con él fuera todo el tiempo, estaría viviendo en casa de sus padres, que no conozco —terminó Riley.

    —Creo que estaréis bien —Caleb se echó a reír—. Oh, esto va estar bien — ver como los humos del compañero de Micah loderribaban ¡Por una vez realmente iba a tener que trabajar enalgo!

    Miró al otro mientras se alejaba, sin dejar de reírse comoun idiota. Bueno Caleb podría pensar que esto era divertido,pero Riley estaba más que un poco cabreado. Además, aúnestaba cansado por la curación de Micah, y este ni siquiera se lohabía agradecido ¡Gilipollas!

    Riley fue a su laboratorio y cerró la puerta tras él. Intentóconcentrarse en sus experimentos mientras se calmaba. Micah

    lo volvía loco, y en más de un sentido. El hombre era un sueñoandante. También metía la pata cada vez que abría la boca.

    Simplemente deseaba poder tener uno sin el otro.

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    Micah se quedó de pie ante la puerta que Riley habíacerrado de golpe. Muy bien, lo había conseguido. Era un idiota.Podía entender por qué el médico estaba molesto, pero nadie lehabía hablado nunca así. Le gustaba que Riley no le tuvieramiedo. Nunca quiso asustarlo, pero aún tenía una pregunta,¿qué se suponía que iba a hacer ahora?

    Tomando una decisión, sacó su teléfono móvil y marcó elnúmero de su padre.

    —¿Hola?

    —Papá. Soy Micah.

    —Oh, hijo. Estoy muy contento de oírte. Cuando Calebllamó estaba tan preocupado, nos asustó a tu madre y a mí

    ¿Cómo te sientes? —le preguntó Desmond Marius.

    —Mucho mejor. Papá, gracias por preguntar —le dijoMicah—. El doctor de aquí es increíble, en realidad sospechoque tiene el don de la sanación.

    —¿En serio? ¿Y cuál es el nombre de ese médico?

    —Riley Johnson.

    —Sí, lo conozco. Es un hombre maravilloso y con talento,un doctor asombroso. Nada me complace más que saber que hasido tu médico —le respondió Desmond con un alivio evidenteen su voz.

    —¿Lo conoces?

    —Por supuesto. Lleva a cabo investigaciones para nuestra

    raza e informa al consejo. Fue llevado ante este por negarse a

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    tomar un aprendiz. No es normal que se negara a tal cosa, perocuando se explicó, el consejo lo dejo ir. —Le informó su padre—.El Doctor Johnson en realidad le hizo una petición al Consejopara que impusiera el mandato a los nuevos médicos, deingresar en la facultad de medicina humana. Una idea querealmente es bastante radical.

    —Bien, me alegro que tengas una alta opinión de él,porque hay algo más.

    —¿Ah, sí? ¿Qué puede ser?

    —Bueno, mira he encontrado a mí… quiero decir que es…

    necesito decir que…  —Micah intentó explicarlo perosimplemente las palabras no le salían. ¿Cómo iba a decirle a supadre que estaba acoplado a un hombre?

    —Micah, escúpelo hijo. No hay nada que no puedasdecirme —le respondió Desmond con una sonrisa.

    —El Doctor Johnson es mi compañero —le soltó Micah

    antes de que se lo impidieran sus nervios. Hubo una larga einquietante pausa. Se pasó la mano por el pelo—. ¿Papá?

    —Estoy aquí Micah —dijo su padre—. ¿Por qué no medijiste que eras gay hijo?

    —¡No lo soy! Quiero decir nunca lo he sido antes, perocreo que lo soy ahora.

    —¿Estás diciendo que nunca has estado con un hombre,que nunca has querido estar y ahora estás acoplado a uno?

    —Sí, papá. Eso es exactamente lo que ha pasado —Micahtragó—. ¿Cómo ha podido ocurrir eso?

    —No sé hijo. El destino tiene sus razones, pero no hayninguna vergüenza por estar emparejado con un hombre, y elDoctor Johnson es un hombre muy atractivo —le contestó

    Desmond—. Te sientes atraído por él, ¿verdad?

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    Micah se sonrojó.

    —Sí, lo estoy. Y eso es parte de por qué es tan confuso. Esmagnífico. Es solo, tú sabes, extraño.

    — Ya veo —se rio Desmond—. Bueno, felicidades porencontrar a tu compañero, hijo. Tu madre estará encantada deoírlo ¿Cuándo vas a traerlo a casa?

    —Hmm, bueno, eso es otra cuestión.

    —¿Cómo es eso?

    —Bueno, asumí que se mudaría al Complejo Marius.

    —Por supuesto que lo hará. —Dijo su padre.

    —Sí, pero no le pregunté. Simplemente le dije que hicieselas maletas y que se mudara tan pronto como le fuera posible.Entonces se volvió loco al escuchar que tenía que trastocar todasu vida. Además, me dijo que vive con alguien y no podíadejarlo. Estallé, supuse que era otro hombre. Resulta que fui un

    idiota, y era su abuela.—Su abuela sería más que bienvenida a vivir aquí

    también.

    —Eso es lo que le dije. Bueno, le dije que la cogiera. Yluego realmente me dejó.

    —Quizás porque eso fue un poco insensible, ¿no crees

    hijo?—Sí, ahora lo entiendo. Riley dijo que es la única familia

    que tiene y por supuesto que tendría que hablar con ella.Expuso bien sus puntos. Me dijo que era un guerrero y queestaba fuera todo el tiempo, que yo simplemente esperaba queabandonara su trabajo, su investigación, cuando voy a estarfuera y lo dejaré viviendo con mis padres. Estaba furioso con la

    idea. Quería saber si allí había un hospital o algo así paratrabajar.

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    —Esos son argumentos válidos, algo a considerar entrelos dos —le dijo Desmond suavemente—. Un compañero es unapareja, Micah. No puedes tomar decisiones por él como si fueraun niño. Tienes que aprender a comprometerte y a resolver juntos las cosas.

    —Es más o menos lo que me dijo Riley —respondió Micahsuspirando y pasándose una mano por su cansado rostro—.Bueno en realidad, me lo gritó. Estaba realmente enojado papá.

    —Creo que Riley tiene razón. Dicho esto, presionaría conla importancia de que ambos vivan aquí, ahora que es el

    compañero de un Marius. Necesita la seguridad del Complejo.Estoy seguro de que podemos encontrar una manera de tenerun centro de investigación aquí. Además, sobre su trabajo, elConsejo ha estado hablando de tener un médico solo para losguerreros, teniendo en cuenta la magnitud de las heridas quereciben.

    —Papá, ¡eres un genio! —exclamó Micah, de repente

    emocionado con la perspectiva de ser capaz de ofrecerle algo aRiley —. Esa es una gran idea, pero ¿cómo puedo conseguir quelo acepte?

    —Discútelo con Riley, has concesiones donde se necesiten y busca la manera de hacer que funcione —dijo Desmond.

    —¿Alguna sugerencia sobre cómo diablos salgo delagujero en el que estoy? —pregunto Micah—. Estaba furioso

    cuando se marchó.

    —Has lo que se hace cuando se cabrea a una pareja. Loque yo hago cuando molesto a tu madre —le sugirió Desmond.

    Micah podía oír la diversión en la voz de su padre yquería estrangularlo.

    —¿Y qué es papá?

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    —Rogar —le dijo Desmond riéndose a carcajadas—. Pidedisculpas, luego ruega por su perdón y espera que haya tenidoun buen día y te perdone.

    Gimió cuando colgó. Había oído a su padre quecontinuaba riéndose cuando colgó el teléfono y supo que suproblema iba a ser la diversión de su padre.

    Micah lenta y rígidamente se dio una ducha y utilizó los

    artículos de baño que alguien maravilloso le había dejado.Después de secarse encontró ropa limpia de su talla en elmostrador. Tenía que haber sido Caleb ¡Que buen amigo!

    Gruñendo mientras se vestía, se aseguró de que todoestuviera bien y decidió ir a cazar a su compañero. Realmentenecesitaban hablar. Micah se abrió paso por los pasillos,sintiéndose mejor cuando fue capaz de estirarse.

    Registró la sala de descanso de los médicos encontrandoque estaba vacía. Tan solo esperaba que estuviera por aquí enalguna parte, pero ¿dónde iba un médico? Se tomó un momentopara averiguar que Riley debía tener una oficina aquí en algunaparte.

     Al ver acercarse a Caleb, Micah levantó una mano con laesperanza de dejar a un lado las preguntas de Caleb. No queríaque la conversación acabara como la de su padre.

    —Sí, sí, soy un gilipollas y voy camino de pedir perdón —dijo Micah.

    —¿En serio? —preguntó Caleb sonriendo mientrascruzaba los brazos sobre el pecho—. ¿Y de quién es la idea?

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    —Mi padre —le respondió Micah. Vio como Caleb sesorprendía y continuó—. Sí, se lo conté todo. Me explicó logilipollas que había sido y como solucionarlo.

    —Bien por Desmond —dijo Caleb riéndose a carcajadas—.Pues bien, tu compañero está en su laboratorio, justo en línearecta por este pasillo —le señaló—. Buena suerte amigo mío, vasa necesitarla.

    Micah oyó reírse a Caleb. Gimió y se fue en la direcciónque le había indicado. Llegó a la puerta y tomó algunasrespiraciones profundas, tratando de calmar sus nervios. ¿Qué

    sabía de pedir perdón? Era un guerrero. No había mucho quediscutir. Tragándose la píldora, llamó a la puerta.

    — Adelante —oyó decir a Riley a través de ésta.

    La abrió y entró buscando a su compañero. Riley estabainclinado sobre un microscopio, apenas prestando atención a suentorno.

    Cuando cerró la puerta, Riley finalmente levantó la vista. A Micah se le rompió el corazón cuando vio que la cara de éstecambiaba de concentración a decepción.

    —Hmm ¿tienes un par de minutos Riley? —Le preguntó—. Si estás muy ocupado puedo volver después.

    —Puedo descansar unos minutos —contestó Riley —.Simplemente estoy mirando algunas muestras en las que he

    estado trabajando, nada importante.

    —Oh, bueno, quiero decir, no quiero arruinar tu trabajo—le dijo Micah acercándose unos pasos—. En primer lugarquería darte las gracias por curarme. Lo que hiciste, lo que erescapaz de hacer, es increíble. Así que, gracias.

    —De nada, no hay de qué. Me alegró poder ayudarte —

    respondió Riley asintiendo.

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    —En segundo lugar, antes, tenías razón. Soy un idiota —continuó Micah tratando de no sonreír al ver la sorpresa en elrostro del otro—. Lo siento, realmente. No tengo excusa para micomportamiento, ¿hay algo que pueda hacer para que meperdones?

    —Depende —le respondió el médico suspicaz.

    —¿De qué, Riley?

    —De si comprendes, por qué me enojó tanto lo quedijiste.

    —Lo hago. Somos compañeros, eso nos hace una pareja.Se supone que somos nosotros contra el mundo, y no uno denosotros actuando como un padre tomando las decisiones por elotro. No pensaba en todo lo que tendrías que dejar atrás. Una vez más, lo siento.

    —Bueno, disculpa aceptada —dijo Riley, dándole unapequeña sonrisa—. ¿Y ahora qué?

    —Tenía la esperanza de que podríamos discutir dondepodríamos vivir. —Le contestó Micah sintiéndose casi tímido.Nunca había estado antes en esta posición. No se sentíacómodo. Por lo general tomaba decisiones y los demás lasaceptaban.

    —Podemos hablar de eso, sí. —Respondió Riley, perocomo no continuó, Micah tomó eso como una señal de que

    podía hablar.

    —Hmmm, llamé a mi padre para decirle que habíaencontrado a mi compañero.

    —Oh, Dios, ¿cómo se tomó Desmond Marius que elcompañero de su hijo fuera un hombre? —preguntó Rileygirando hacia dentro sus ojos.

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    —En realidad, lo único que pareció molestarle era quepensaba que había sido gay todos estos años y no se lo habíadicho. Cuando le dije que no me había estado escondiendo de él,sólo quiso asegurarse de que estuviera atraído por ti. Le dije quesí, y nos felicitó. Además, dice que te conoce. Dijo grandes cosasde ti. Parecía extasiado de que fueras mi pareja.

    —¿En serio? —Le preguntó el médico elevando sus cejas.

    —En serio. Te lo juro, Riley, no te mentiría. No voy amentirte nunca. Puedo prometerte eso. —Respondió Micahmirando dentro de esos profundos ojos azules.

    —Bueno, es un comienzo —le dijo Riley con una sonrisa—. Coge un taburete. Todavía estás recuperándote. No teesfuerces.

    —Sí, doctor. —Respondió Micah con una sonrisa y llevóun taburete de encima de la mesa del laboratorio hasta dondeRiley estaba sentado—. Lo puse al corriente de nuestra pelea.Básicamente está de acuerdo contigo, pero quería que te dijera

    una cosa en la que probablemente ninguno había pensado.

    —¿Qué?

    —Bueno, si eres mi pareja, serás el compañero de unMarius. —Le dijo Micah intentando seguir rápidamente debidoa la amarga mirada en el rostro de Riley —. Espera, déjameexplicarte, por favor. Mi padre solo quería que

    comprendiéramos que estar acoplado a un Marius puede serpeligroso. Los demonios tratan de atacar a las familias másantiguas de vampiros. Hay problemas de seguridad, y mi padresolo pensó que el Complejo sería más seguro para nosotros.

    —Bueno, puedo ver eso —dijo Riley pensando en ello.

    —También hablé con mi padre acerca de tu abuela, yconfirmó que ella es más que bienvenida a unirse a la casa

    principal si ella quiere. También quería decirte, que entiendo lo

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    que dijiste de estar viviendo con mis padres. Pero no es así,tendremos nuestra privacidad. Quiero decir, es una mansiónmuy grande. Tendremos nuestra propia suite, con sala de estar,despacho, dormitorio y baño.

    —Eso alivia una de mis preocupaciones —dijo Riley pocoa poco—. ¿Qué pasa con mi trabajo?

    —Le dije lo mismo a mi padre. Contestó que podíamosencontrar un espacio para convertirlo en un laboratorio para ti,o construir uno en el Complejo. Además, parece que el Consejoha estado discutiendo tener un médico únicamente para los

    guerreros. Viste de primera mano los daños que sufrimos.Eso hizo sonreír a Riley.

    —¿El Consejo me quiere?

    —Mi padre me hizo pensar que sí. Estaba muyemocionado ante la posibilidad de que fueras nuestro médico.Dijo que podía construir la instalación médica que necesitaras

    en el complejo de los guerreros —le respondió devolviéndole lasonrisa.

    —Micah, ¿dónde vives?

    —Mierda, lo siento —contestó Micah sintiéndose como untonto. Tenía que dejar de asumir las cosas—. El ComplejoMarius se encuentra en una zona rural de Virginia y la zona delos guerreros está a menos de una hora de distancia. La mayoría

    de las familias más antiguas y las de los guerreros viven en esazona.

    —Bueno, eso todavía no aleja mi preocupación por quetengas que salir todo el tiempo —dijo Riley bajito.

    —La mayoría de los guerreros no luchan tanto después deacoplarse. Por lo que tengo entendido, no pueden soportar estar

    lejos de sus parejas mucho tiempo.

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    —Oh, podría estar de acuerdo con eso —le dijo Rileyruborizándose ligeramente.

    — Así que, ¿quieres vivir conmigo? —preguntó Micah en

     voz baja, con la esperanza de haberlo hecho bien esta vez.—Tenemos que hacer una cosa más.

    —¿El qué?

    —Debemos ir a preguntarle a mi abuela —Le respondiósonriendo y poniéndose en pie.

    Se quitó la bata de médico dejándola sobre la mesa antesde caminar hacia Micah, tendiéndole la mano. ¡Micah estaba enéxtasis! Tomó la mano de Riley amando la suavidad de su piel,dejando que su compañero lo llevara.

    Riley estaba nervioso. Había llevado hombres antes a sucasa, sin embargo no había sido con el propósito de conocer a suabuela. Realmente esperaba que funcionase. Tendrían quetrabajar en ello. Micah era su pareja, ¿verdad?

    Mientras viajaban, cada vez más cerca de su casa, Rileydescubrió por qué estaba tan asustado. Hasta ahora, solo sabíaque estaba acoplado. Una vez que se lo dijera a su abuela, seríamás real. Había encontrado a su compañero y se mudaríacruzando todo el país.

    Solo tenía que recordar seguir respirando. No podía tenerun ataque de pánico en estos momentos. Esto era normal.Había encontrado a su pareja y lo traía a casa para conocer a lafamilia. La gente hacía esto todo el tiempo. No importaba elhecho de que su compañero fuera hetero, un guerrero, y unMarius. Sí, no era gran cosa. Podía manejar esta situación.

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    Echando un vistazo rápido al hombre en el asiento delcopiloto, Riley sabía que estaba jodido. Micah era tan hermosoque acabaría cediendo a cualquier cosa, a todo lo que quisiera,lo sabía. Micah era todo un hombre, grande, fuerte eintimidante. Tomó otra profunda respiración cuando llegaron ala entrada.

    —Estamos aquí —dijo Riley aparcando el coche—. ¿Estáspreparado para esto?

    —¿Por qué no iba a estarlo? —preguntó Micah con ciertaconfusión.

    El hombre era tan condenadamente seguro. Admirabaeso. Riley no era tímido, pero después de todo lo que habíasucedido en su vida, odiaba llamar la atención. Preferíaquedarse al fondo de las cosas, manteniéndose y centrándose ensu trabajo.

    —Simplemente preguntaba —respondió—. Seré unmanojo de nervios cuando vaya a conocer a tu familia. «Mierda,¿acababa de admitir eso?»  Riley pensó para sí mismo queesperaba que su compañero no creyera que era un cobarde.

    —Puedo entenderlo. —Respondió Micah saliendo delcoche—. Sólo tengo que conocer a tu abuela. Tú tendrás queconocer a mis padres y a seis hermanos.

    —¡Seis!—Se atragantó Riley cuando cerró el coche—.

     Wow, genial, seis cuñados ¡Pégame un tiro!—Estarás bien —se rio Micah—. Mi padre ya tiene una

    gran opinión de ti. Y lo que dice Desmond Marius, sus hijos loescuchan.

    —Bien —le contestó Riley débilmente, sin saber cómo ibaa pasar por eso.

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    Pero primero tenía que presentarle a su abuela a Micah.Después de escuchar sobre la familia Marius, al menos noestaba nervioso por su abuela.

    Se acercó a la puerta principal, Riley buscó en el bolsillosus llaves, abrió la puerta, volviéndolas a guardar.

    —¿Abu? Estoy en casa.

    —En la cocina, mi amor —contestó Marian Johnsondesde el otro lado de la casa.

    —Traigo un invitado —gritó de nuevo Riley, deseando que

    estuviera preparada. Bueno, para el invitado, no para el resto.No estaba seguro de que estuviera preparada para la bomba queestaba a punto de dejar caer en su regazo.

    —Bien, tráelo también. Estoy sacando unas galletas delhorno —contestó con una sonrisa. Su abuela lo conocía muy bien. Era como si pudiera sentir cuando Riley necesitabatranquilidad, y siempre horneaba galletas para él esos días.

    —¿Cómo sabes siempre cuando necesito mis galletas? —Le preguntó Riley envolviendo sus brazos alrededor de suabuela cuando entró en la cocina.

    —Es mi trabajo, joven —dijo su abuela acariciando los brazos envueltos en su cintura—. Han pasado un par de díasdesde que te vi, Riley ¿Cómo ha ido el trabajo?

    —Bien. He hecho algunos progresos con el nuevomedicamento en el que he estado trabajando. Dormirá a los vampiros igual que la sedación humana, así puedo sedarloscuando tengan dolor o los puedo inducir a un estado de comacuando requieran intervención quirúrgica. Simplemente tengoque hacer que dure más tiempo. Las pruebas han mostrado quesolo dura unas horas, y quiero que… 

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    —Riley mi amor, me lo puedes contar más tarde —dijo suabuela saliendo de su abrazo—. Siempre estoy orgullosa de ti, yconseguirás que funcione. Justo ahora, tenemos un invitado.

    — Ah, claro. Lo siento. Ya sabes como mi mente correcuando hablo de trabajo. —Dijo Riley un poco avergonzado—. Abuela, este es Micah Marius. Micah, esta es mi abuela, MarianJohnson.

    —Señora Johnson, un placer —dijo inclinándose conrespeto.

    —Nada de eso Micah, somos familia —respondió ella conuna sonrisa—. Por favor, llámame Marian, o abu, como haceRiley.

    —¿Cómo lo…? ¿Lo sabes? —preguntó éste sorprendido,Micah solo se rio entre dientes cuando su abuela lo abrazó.

    —Por supuesto que lo sé. Las madres y abuelas sabenestas cosas mi amor. Felicidades a los dos —dijo dando un paso

    atrás y soltándolo—. Eres un hombre muy guapo, Micah. Unguerrero, ¿verdad?

    —Si señora —respondió Micah.

    —Bueno, entonces, deberías ser capaz de mantenersiempre a salvo a mi nieto —sentenció la abuela antes degirarse—. Sin embargo, guerrero o no, Marius o no, si alguna vez haces daño a mi niño, y no importa lo mayor que sea, te

    patearé el trasero todo el camino hasta el infierno.

    —¡Abuela! —exclamó Riley sorprendido. Nunca habíaoído hablar a su abuela así en todos estos años.

    —Muy bien —dijo Micah con una enorme sonrisa—. Noesperaría nada menos.

    —Bien. Ahora hablemos de otra cosa, ¿por qué no os

    sentáis y disfrutáis de unas galletas? Quiero saberlo todo de

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     vuestro encuentro. —Dijo señalando una pequeña mesa en lacocina. Tomó rápidamente un par de vasos de leche antes desentarse ella misma con una impaciente expresión en su rostro.

    Micah se limitó a sonreírle a Riley. Éste sabía que Micahla amaría ¿Cómo no lo iba a hacer? Estaba más que agradecidoque la reunión saliera tan bien. Comenzó a contarle a su abuelacomo se habían conocido, dejando a un lado ciertos detalles desu riña, por supuesto. Ella se sentó allí con paciencia,aguardando.

    — Así que, ¿te mudarás al Complejo Marius? Eso es

    maravilloso, estoy tan feliz por ti Riley. —Dijo cuandoterminaron. Su sonrisa fue traicionada por sus ojos, que sellenaron de lágrimas y de tristeza.

    —Bueno, no hemos decidido eso todavía. —Contestó Rileyechando una rápida mirada a su compañero antes deenfrentarse de nuevo a su abuela—. Micah y yo queríamoshablar contigo primero.

    —¿Ah, sí? ¿Qué tengo que ver con eso? —preguntó ella.

    —Riley quiere quedarse contigo Marian. Y después deconocerte puedo ver por qué. No me lo ha dicho todo, peroentiendo que eres su única familia ¿Cómo podría ser feliz lejosde ti? —Le preguntó Micah—. Ya he hablado con mi padre, y nosencantaría que consideraras mudarte al Complejo Marius connosotros.

    —No, vosotros sois jóvenes y estáis recién acoplados. Nonecesitáis a vuestra abuela alrededor molestándoos. —Dijo lamujer pensativa, acariciando la mano de Riley.

    — Abuela, quiero que estés allí. —Comentó Rileyenvolviendo firmemente sus dos manos alrededor de las suyas—. Hemos estado juntos durante tantos años. No puedo dejarte

    atrás.

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    —Riley, soy más que capaz de estar sola, querido. Notienes que preocuparte por mí.

    —No, no lo estoy. Estoy preocupado por mí —contestó

    Riley ruborizándose. Sabía que parecía un imbécil egoísta, perono le importaba. Su abuela era más importante para él quecualquier otra cosa del mundo—. La idea de estar separado de tihace que mi corazón sangre. No podría soportarlo.

    —Oh, mi amor, no llores. —Respondió ella enjuagándolesus lágrimas y empezando a llorar ella.

    —Marian, la casa principal es bastante grande. Contamoscon espacio más que suficiente para que puedas vivir connosotros. —Dijo Micah tomando suavemente su otra mano—.Por otra parte, no estarías en medio. Riley te ama y yo ya estoyloco por ti. Te queremos allí. La única pregunta es: ¿Estaríasdispuesta a dejar tu casa? Sé que has vivido aquí durante siglos,¿es algo que quieras hacer?

    —No daría dos golpes por esta casa. Es solo un edificio.

    Sí, tengo amigos en el aquelarre, pero seguirán siendo misamigos allá donde viva. Riley es mi vida —dijo la abuela a travésdel nudo en su garganta—. Si realmente queréis que me mudecon vosotros, lo haré.

    —Oh, gracias a Dios. —Exclamó Riley, levantando a suabuela y girando con ella alegremente.

    —Bájame, pequeño diablillo —se echó a reír y continuócuando la dejó de nuevo en su silla—. Riley, dejando todas estascuestiones a un lado, ¿estás seguro de esto?

    —Nunca he estado más seguro en mi vida, abuela —contestó éste asintiendo— No iré a menos que estés allí.

    —Micah, ¿estás bien con esto también? ¿Tu familia estáconforme con el acuerdo?

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    —Sí, Marian. Mi padre extendió la invitación para que temudaras antes de que yo fuera capaz de hacerlo —contestóMicah sonriendo.

    —Muy bien entonces. Solo tengo una pregunta. ¿Qué pasacon tu trabajo Riley?

    Riley sonrió cariñosamente a la mujer que lo significabatodo para él. Invariablemente lo ponía en primer lugar, y teníaun corazón tan grande que siempre supo lo querido que era. Lapuso al corriente de lo que había hablado con Micah, la creaciónde un laboratorio en el complejo y el trabajo como médico de los

    guerreros.—¡Bueno, estos niños han pensado en todo! —Se rio—.

    Supongo que la mayoría de todo esto fue idea tuya, ¿verdadMicah?

    — Al principio fui algo idiota asumiendo que Riley se vendría a vivir conmigo. Después de que me pusiera en mi sitio y me diera una lista de todas las razones por las que no podía,

    llamé a mi padre, y me ayudó a encontrar la manera de haceresto —explicó—. Entonces dejé de comportarme como un idiota y hablé con Riley de todo esto. Le pregunté si quería vivirconmigo, en lugar de exigírselo.

    —Por lo menos estás aprendiendo —respondió laabuela—. Estar acoplado necesita ajustes. Durante un tiempotendréis que ser pacientes uno con el otro, sobre todo siendo

    ambos hombres fuertes. No es que las mujeres sean débiles,quiero decir, pero son conocidas por ser menos testarudas conestos temas.

    —Muy cierto, Marian, muy cierto —contestó Micah besándole la mano.

    Riley estaba impresionado de ver como su compañero

    trataba a su abuela. Esperaba que algún día Micah mostrara eselado suave con él. Ahora que habían solucionado todos sus

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    temas, estaba muy emocionado de empezar una nueva vida consu pareja.

    — Voy a hacer algunas llamadas en el estudio —dijo Riley

    feliz, dando saltitos—. Tengo que encontrar a alguien queempaque todo y envíe mi equipo de laboratorio. Es muy frágil.Por supuesto, también tengo que recoger todo en casa y alguienque la venda ¿Me olvido de algo?

    —Por supuesto que no querido —respondió su abuela—.Siempre piensas en todo.

    Riley miró a Micah, quien asintió. Le respondió delmismo modo y se dirigió al estudio para hacer los preparativosde la mudanza, brincando emocionado.

    Micah se rio al ver a su compañero rebotando en lacocina, se sintió aliviado por lo que había descubierto que podíahacer. Este tipo de diplomacia con su compañero era difícil deentender, pero pensaba que estaba cogiéndole el truco.

    —Gracias, Marian. Sé que será un sacrificio, pero haréque os sintáis lo mejor posible una vez que viváis en elcomplejo. —Le dijo Micah—. La seguridad es excelente, y el queestés allí hará que Riley se sienta más cómodo en su nuevohogar.

    —Estoy tan agradecida de que me queráis con vosotros. —Contestó la abuela con un curioso tono sombrío.

    —Marian, ¿qué pasa? —preguntó cuando volvió a mirarladetenidamente.

    —No es algo de lo que tengamos que discutir Micah —contestó la mujer con tristeza—. Sé que Riley te lo contará, pero

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    es tan difícil para él, y era tan pequeño. Que será más fácil si telo digo.

    —Me puedes decir cualquier cosa, Marian. —dijo en voz

     baja Micah, limpiando las lágrimas que de repente se deslizaronpor la cara de la abuela. Un nudo enorme se formó en suestómago. Sabía que lo que iba a decirle sería malo—. Ahorasomos una familia. Si sientes que tienes que decírmelo,escucharé.

    —Gracias por ser tan amable, Micah. —Contestó la abuelaasintiendo—. Riley necesita esto en su vida, a pesar de ser un

     brillante médico, está solo muy a menudo. Creo que tiene miedode acercarse a la gente. La única persona a la que se abre soy yo, y sé que no lo hace del todo. Todavía esconde una parte de símismo —Marian respiró hondo girando una servilleta en sumano—. Justo después de que cumpliera cinco años, su familiafue masacrada en su casa por los demonios. Mi hijo, su esposa,las tres hermanas de Riley y un hermano fueron despedazados.Ni siquiera puedo poner en palabras lo horrible que fue.

    —Dios mío —susurró Micah—. ¿Cómo pudo sobrevivirRiley?

    —Su padre, mi hijo, puso a Riley en un montacargas quehabía en la casa. Tenían un pequeño ático con una puertaoculta. Mi hijo sacó a Riley de allí y rompió el montacargas paraque los demonios no pudieran usarlo. Luchó con valentía, mi

    hijo mató a algunos demonios, pero había demasiados. —Dijosuspirando profundamente—. Los encontré el día después deque ocurriera. Siempre habíamos almorzado juntos losdomingos como una gran familia. Me acerqué y descubrí lo quehabía ocurrido.

    Micah la miraba mientras parecía emocionarse de nuevo.Le dio unas palmadas y la acarició con la otra.

    — Vamos, te escucho.

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    —Hay algunas cosas que se quedan contigo para el restode tu vida, Micah. Esta es la mía. Llamé para pedir ayuda, perono podía afirmar quién era quién en un primer momento. Alorganizar los cuerpos al final de la noche, nos dimos cuenta queRiley no estaba entre ellos. —La abuela sollozó limpiándose sunariz con una servilleta—. Nunca he sentido más miedo que enese momento, pensando en que los demonios se habían llevadoa mi nieto menor. Buscamos por la casa, por supuesto, pero fueen vano, los guerreros salieron a buscarle y a destruir a losdemonios que mataron a nuestra familia. Al tercer día, estabatrabajando limpiando la casa, los cuerpos habían sido retirados

     y era lo único que podía hacer para mantenerme cuerda. Estabatrabajando en la habitación de mi hijo cuando me acordé de la buhardilla. Sin saber lo que iba a encontrar, subí allí. Me sentítan abrumada y aliviada al encontrar a Riley. Estabainconsciente, deshidratado y agotado por la falta de alimento, yni que decir, que completamente traumatizado. Fuimos capacesde recuperarlo en unos pocos días y entonces tuve queexplicarle a ese niño pequeño que su familia se había ido.

    —Oh, Dios mío —susurró Micah. La abuela asintió.

    —Riley quería detalles de lo ocurrido, por supuesto, no vio nada, pero lo oyó todo desde el ático. Yo nunca le he dichoque encontré ese día. No podía. Además de por su don sanador,la otra razón por la que estudió medicina, que fuera a launiversidad y eligiera la facultad de medicina humana, es, que

    quería aprender todo lo posible sobre la curación.—Es bueno en eso —dijo Micah—. Lo puedo decir por

    experiencia personal.

    —Sí, lo es, pero es más que eso. Riley siempre ha sentidoque si hubiera sabido más, si hubiera sido más fuerte, habríapodido curar a su familia. He tratado de explicarle que sihubiera estado allí con ellos, habría corrido la misma suerte.

     Además, hay algunas cosas que no se pueden curar, no importa

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    cuanto talento se tenga. —Concluyó ella dejando que laslágrimas fluyeran libremente.

    —Oh, Marian, lo siento, lo siento tanto —dijo Micah

    envolviendo su brazo y acercándola.—Micah —dijo la abuela después de unos minutos

    levantando la cabeza—. Sé que todavía tiene pesadillas. Sé quepor eso tiene miedo de acercarse a alguien ¿Qué pasa si lo dejantambién? Es un gran hombre, cariñoso e inteligente y contalento, pero necesita más de lo que puedo darle para sanar.Espero que una pareja finalmente lo ayude.

    —Haré todo lo que esté a mi alcance, Marian —prometióMicah tragándose el nudo de su garganta—. Sin embargo esposible que necesite tu guía. Soy un guerrero. No somosconocidos por ser cálidos. Aunque voy a hacer todo cuantopueda para ayudarlo, amándolo, la mayoría de las veces nosabré que hacer.

    —Siempre estaré ahí para ti y Riley, Micah, al igual que

    seguro lo harán tus padres —sonrió la abuela—. Ahora, ¿por quéno utilizas este tiempo para conocer más a tu pareja? ¿Tal vezcompletar el proceso de acoplamiento? Estaré aquí en la cocinapara que nadie os interrumpa.

    Micah sintió que debía tener diez tonos de rojo por lasugerencia de la abuela. Todo lo que pudo hacer fue asentir, se volvió una vez más mirando a Marian según salía de la cocina.

    Debió haber visto la expresión de su cara porque comenzó areírse.

    Eso fue todo lo que Micah necesitó para salir de allí y buscar a su pareja. Encontró el estudio, tan sólo para descubrirque estaba vacío. Suponiendo que había ido a su habitaciónpara algo, se dirigió a las escaleras.

    Mientras subía, pensaba en el dolor que Riley habíasentido en su vida. Su compañero era un hombre muy fuerte,

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    que se había hecho a sí mismo después de lo ocurrido, por nomencionar que era el mejor en su profesión.

    Micah lo admiraba. Riley era uno de su clase. A pesar de

    que era algo inesperado estar acoplado a un hombre, lo estaba auno bueno, lo que era más importante que el sexo de sucompañero.

    No se molestó en llamar a la puerta que encontróparcialmente abierta, era obvio que era la habitación de Riley.Se limitó a entrar, agarrarlo y besarlo «¡Mierda!»  Sucompañero sabía besar, no era solo un fideo mojado dejando

    que Micah lo hiciera todo. Daba lo mejor de sí mismo. Lo agarrópor las caderas y moldeó sus cuerpos juntos.

     Ambos gimieron cuando sus pollas hicieron contacto através de los pantalones. Riley envolvió sus manos alrededor delcuello del otro, con una mano enredada en su pelo. Micah noquería que este beso terminara nunca, podía pasar el resto de su vida besando a su pareja.

    Oh, podía besar como nadie que Micah hubiera conocidoantes. Riley no estaba simplemente besándolo, lo devoró,robándole hasta el último aliento de sus pulmones. Podría vivircon sus besos durante todo el día. Necesitando más, Micah learrancó la camiseta rasgándola por el centro con su garraquitándosela de encima. Dejó que sus manos vagaran por susuave, firme y lisa piel.

    Riley estaba bien construido. Tenía unos músculosimpresionantes en sus hombros, espalda y brazos. Micah gimiómientras exploraba cada centímetro de esos músculos. Rileyrompió el beso y siguió besando su barbilla y cuello. Besó,chupó y mordisqueó cada pulgada del hombre. Era el cielo,Micah quería saborear cada momento, pero sentía como siestuviera a punto de estallar en llamas.

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    Desabrochó los pantalones de Riley, y los empujó haciaabajo por las caderas, inmediatamente sus manos fueron alglorioso culo del médico, estrujando cada redondo globo confirmeza. A Micah le encantó cuando lo oyó gemir. Tan rápidocomo pudo se quitó su camiseta, mientras el otro comenzaba aquitarle los vaqueros. Una vez que retiraron toda su ropa seabrazaron.

    Micah enterró sus manos en el pelo negro de Riley,amando como se sentía de sedoso. Sabía que quería más perono estaba seguro de que hacer a continuación. Tomó la durapolla de Riley en su mano y comenzó a bombearla, lo habíahecho suficientes veces con la suya. Sencillamente hizo lo que sesentía bien para él.

    —Joder, Micah, sí, sí, joder, justo así —gimió Rileymoviendo sus caderas, sus manos rodeando el cuello delhombre, pero sus labios lo besaban a lo largo de toda suclavícula.

    Micah se estremeció por el placer que estaba sintiendo,aún más cuando Riley comenzó a bajar hasta sus pezones. Eranun punto erógeno para él, y le encantaba jugar con ellos,mordisquearlos, chuparlos.

    Cuando los empujes de Riley se volvieron más erráticos,aceleró el ritmo.

    —Eso es pequeño. Córrete para mí. Quiero conocer cómo

    te ves cuando haga que te corras.

    Eso debió sorprenderlo porque su cabeza se disparó y lomiró a los ojos. Micah gimió y bombeó más rápido. Sucompañero era encantador. Los profundos ojos azules estaban vidriosos y llenos de lujuria. Los labios de Riley se separaronligeramente mientras jadeaba y gemía. Era jodidamentehermoso.

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    —Córrete para mí, Riley —silbó Micah en su oídomientras le mordía el lóbulo de la oreja—. Quiero ver tu semenencima de mí, por todas partes.

    Eso fue todo lo que necesitó para empujarlo. Cuerdasgruesas de esperma de color blanco salpicaron la mano y elabdomen de Micah. Se mantuvo extendiendo su orgasmo, tantocomo pudo. Cuando Riley se relajó y lo miró, éste tuvo una idea.Quería saber como sabía la semilla.

    Poco a poco levantó la mano, asegurándose de que loestuviera mirando. Micah lamió un poco de la leche del médico

    de su mano. Cerró los ojos y gimió. Sabía al paraíso, como amanzanas verdes dulces y crujientes. Pensaba que el semen deRiley sería amargo y desagradable, y se alegró de estarequivocado. Sabía que iba a convertirse en un adicto.

    —Joder, eso es tan caliente Micah —le susurró.

    Cuando éste comenzó a lamer más de su mano. Rileysujetó su cabeza y lo besó. A Micah le sorprendió que lo besara,

    degustando su propio semen, pero parecía que el médico seencendía con ese hecho mientras lamía su mano limpiándosela.El sabor combinado de la semilla y la boca del otro había puestoa Micah más duro de lo que jamás creyó que fuera posible.

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    Riley no podía creer lo fortísimamente que se habíacorrido. Nunca había experimentado eso antes, y mucho menoscon una masturbación. Estaba encantado de que Micah hubieraaceptado que su compañero fuera un hombre, se había figuradoque le iba a costar algo más. Decidió premiar a su parejaponiéndose de rodillas, y envolviendo de inmediato sus dedosalrededor de la enorme polla.

     Apretó el agarre en el palpitante miembro. Podía sentir lasangre pulsando en la polla ¡Era enorme! Ancha, con gruesas venas atravesándola, y lo suficientemente larga. No estabaseguro de poder tragársela entera. Pero disfrutaría de cadaminuto de ella en su culo.

    Eso hizo que el corazón de Riley se disparase, convertiría

    a un hombre hetero. Acarició la polla de Micah lentamente,desde la cabeza hasta la base, frotando el pulgar alrededor de lacabeza, cada vez que iba hacia arriba. Estaba decidido a que laprimara vez de éste, con un hombre, fuera excepcional.

    Levantó la vista y examinó la cara del hombre. Diversasemociones recorrían su rostro, miedo, aceptación, alegría, y porúltimo pura felicidad. Sabía que Micah, había tenido dudas por

    tener que estar con un hombre al principio. Había sido claro alrespecto, pero parecía que había cambiado de opinión. Rileypodía sentirlo en su polla y podía verlo en su cara.

    —¡Oh, jódeme! —Gritó Micah, el cuerpo temblándole tanfuerte, que Riley tuvo miedo de que los muslos no losostuvieran. El hombre se mordió el labio con uno de suscolmillos, la sangre corría por sus labios y su mentón y Riley

    quería probarla más que al aire.

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    a sí mismo para asegurarse de no estar soñando, cuando el granhombre comenzó a derrumbarse.

    Incluso de rodillas, Micah todavía era más alto que Riley.

    Se agarró firmemente a los hombros del médico. Parecía quehubiese sido golpeado, alzó la cabeza, aturdido y sorprendido.Tras eso, Riley no estaba seguro, pero estaba asustado derepente, muy asustado.

    Tras cientos de años, había encontrado finalmente a sucompañero ¿Qué pasaba si en los siguientes segundos ocurríaalgo que lo hiciera cambiar todo? ¿Qué pasaba si a Micah seguía

    molestándole que fuera un hombre? ¿Qué pasaba si Micah nohabía disfrutado de lo que le había hecho? ¿Y si estabadisgustado?

    El guerrero respiró fortísimamente, agarrándose a loshombros de Riley con un apretón de muerte.

    — Wow — jadeó Micah, lamiéndose los labios—. Eso fue,no sé, no sé ni como explicarlo Riley. He recibido mamadas

    antes, pero nada como eso ¿Cómo aprendiste a hacerlo?

    —Soy un hombre —se rio Riley —. Sé lo que me gusta, ehice lo mismo para ti.

    —Gracias —dijo el guerrero acercándolo con un brazopara besarlo—. No voy a ser tan bueno como tú en eso, ¿losabes?

    —Quien sabe, Micah, puedes ser bueno —Riley se encogióde hombros—. Puede ser que lo odies. No tenemos queaveriguarlo de inmediato. Podemos hacerlo siempre que quierasprobar cosas nuevas. Voy a esperar el tiempo que necesites.

    Micah se incorporó tirando de Riley hacia sus brazos.

    —Me voy a enamorar de ti tan duro y rápidamente, que

    espero que algún día puedas corresponderme.

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    —Estoy seguro que lo haré Micah —susurró Riley en lamano de Micah.

    Su corazón latía con las palabras de Micah. No sabía si

    estaba sorprendido, lleno de alegría o ambas cosas. Se puso depie, sosteniéndole la mano y tirando de ella para levantarlo.

    — Wow. No nos molestamos ni en cerrar la puerta —se rioMicah.

    Riley lo miró cuando el otro fue a cerrarla, y gimió por la vista de su apretado culo.

    —¿Qué? —preguntó Micah, dándose la vuelta tras cerrarla puerta levantando una ceja.

    —Tienes un culo glorioso. Sólo quiero lamerlo,mordisquearlo, y morder cada centímetro antes de follármeloalgún día.

    El gran guerrero se sonrojó, obviamente no estabaacostumbrado a ese tipo de cumplido. Riley fue hacia Micahtirando de él hacia la cama, y empujándolo hacia abajo. Se subióa horcajadas sobre en su regazo y tomó la cara de éste en susmanos.

    —Quise decir lo que dije, Micah, no voy a presionarte, nostomaremos el tiempo que sea necesario. ¿Está bien?

    La respuesta fue tirar a Riley hacia abajo y envolverlo en

    sus brazos. Se quedó así unos instantes, simplementedisfrutando del descanso.

    —Riley, ¿puedo hacerte una pregunta?—preguntó Micah.

    —Por supuesto —contestó, sentándose de nuevo.

    —El sexo entre hombres, es decir entre nosotros, es tansencillo como meter nuestras pollas en el culo del otro, ¿verdad?

    —Hmmm, no, hay un poco más que eso.

  • 8/13/2019 001 - LHM- MICAH

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    —¿Qué quieres decir?

    —Cuando tienes sexo con una mujer, te aseguras de queesté lista, ¿no? Que esté bien, y húmeda —dijo Riley.

    —Oh, ¿para eso es el lubricante?

    Riley giró los ojos. Estaba acostumbrado a ser másinteligente que sus colegas, pero no hablaban de sexo. Nuncahabía sentido tanta vergüenza en su vida, como al tener queenseñar a su compañero la manera de amar a un hombre.

    Pero por otro lado, todo lo que le enseñara a Micah, se lo

    haría más tarde a él. Por lo menos no tendría un periodo deensayo y error como Riley, cu